Blog - Capítulos inconclusos II

La sensación se mantiene, las metáforas me ayudan a comprenderla mejor. Crearme una certeza ayuda a sentirme mejor, al igual que escribir.

Últimamente siento que la vida es más extraña de lo que alguna vez me pude imaginar. Y es que lo extraño suele atraer bastante pero también dar miedo... Eso es un gran problema.

Desde hace días me entretengo viendo algunos capítulos de una serie que, admito, está orientada a un público de mucha menor edad que la mía (bueno no tanto (? ) pero me llama mucho la atención porque destaca valores que considero sumamente importantes en nuestras vidas. Por ejemplo: el compañerismo, la confianza, la amistad, el respeto, la responsabilidad, la sinceridad, la perseverancia y la pasión. Cada vez que veo a los personajes ponerse frente a un desafío y llevarlo a cabo, me genera una emoción muy grande y también, me transporta a las épocas en las que me animaba a hacer lo que me gustaba. Recuerdo esa sensación de nervios antes de hacer una presentación frente a mis compañeros de escuela para algún acto (ya sea cantando, bailando - muy mal, pero soportando el ridículo- o actuando), era tan gratificante. Soltar aquello que se lleva guardado dentro de un lugar muy especial; transformar el miedo en calma y llenarse de algo más profundo que la alegría misma. Luego de darlo todo, llega esa sensación de satisfacción. Sin importar cuál sea el resultado, lo mas importante es haber participado en todo aquello que nos permita experimentar aquella sensación de nervios. 

Caí en la cuenta de que hay que ser valiente para alcanzar esa "profundidad". Y es en este punto en el que me llamo la atención a mi misma. 

Desde hace tiempo no siento esa emoción que uno tiene cuando hace lo que le gusta. De hecho, la serie que les mencioné anteriormente me hace sentir como cuando era una pequeña llena de sueños, viviendo eternamente en su mundo. Pero en el "mundo de los adultos" las cosas no resultan muy bien estando así todo el tiempo. Y más, si no sabés qué hacer. 

 

Hace unos días me puse a pensar que me siento como cuando me falta la oración final para concluir mi escrito y escarbo en mi mente en busca de la idea perfecta, que exprese todo aquello que quiero decir. Y a veces, como por arte de magia, una frase se hace presente en mi y es la que creo perfecta. Seguramente, al releerlo algunos años después, piense distinto (o no) pero una cosa es cierta, algo se va a conservar y algo va a cambiar. Es decir, que aquello que quise decir con lo que está escrito, permanecerá ahí, visible o no, pero estará. El motivo, las emociones y todo aquello por medio de lo cual fue creado, también estará. Pero la manera de captarlo, de redescubrirlo, sin dudas será distinta. Porque todos cambiamos, hasta lo que parece inmutable. 

 

La vida puede ser pensada como un libro -de preferencia, con hojas infinitas- donde cada cosa que nos sucede permanecerá escrita y a donde podemos recurrir siempre que lo necesitemos. ¿Cómo? Por medio de recuerdos. En este caso, pequeños párrafos, "simples" frases o palabras sueltas, bocetos, rayones, imágenes o todo en conjunto. Volver a verlos, es volver a sentirlos.

Es intentar experimentar la misma sensación que los hizo plasmarse ahí, dentro de cada uno de nosotros. Pero en realidad, eso nunca se logra. Porque todo cambia, hasta lo que ya está escrito. 

No sólo importa lo que está escrito. También quien lo escribe y quien lo lee; más aún, lo que genera y lo que fue generado por y para cada uno de estos.  

 

Cada parte de nosotros es un capítulo inconcluso de nuestra historia. Al lograr conectarlos, muchas cosas van adquiriendo sentido. Nos vamos construyendo de a poco, escribiendo siempre finales que se vuelven comienzos; cambiando y permaneciendo, siendo y dejando de ser.

Destruimos para construir y construimos para destruir. Necesitamos de absolutamente todo, porque somos todo lo que vivimos.

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