Blog - Jamás te avergüences de ser quien sos

Lo que pensamos forma parte de lo que somos

Hace unos días re-descubrí el porqué de mi silencio en las reuniones familiares. 

Es algo común que se planteen debates y que algunos sean bastante interesantes. Todos hablan, hacen su aporte; algunos concuerdan, otros disienten. Pero cuando llega mi turno, no me animo a decir todo lo que quisiera. Casi nunca... salvo aquella vez en la que el debate se generó por el tema del bullying en colegios privados y públicos (y, obviamente, terminó en otros asuntos por los cuales, también intenté formar una opinión cien por ciento sincera). Cada palabra que decía era retrucada pero eso no me molestaba, es normal en un debate de posturas opuestas lo que si me hacía daño era que se burlaran de lo que decía. Llegué a un punto en el cual sentí que menospreciaban mi forma de pensar y sentir. 

Salí del lugar con un nudo en la garganta, creo que de impotencia por la falta de respeto y me refugié en la música.

Hoy pude expresar en palabras aquello que tanto me dolió, sólo para no olvidarme de que lo que pienso forma parte de lo que soy y nunca debo avergonzarme de lo que soy:

 

"Te ves de distintas maneras, usando diferentes perspectivas y buscando encontrar una similitud con la realidad. 

Pasás mucho tiempo intentando cumplir con algo que creés que está bien (porque para "todos" lo está). Crecés y querés hacer “el cambio” y no uno sencillo, sino el más poderoso de todos: el que se hace dentro de vos mismo. 

Dejás de lado las opiniones ajenas y buscás la propia. 

Te mirás en un espejo: estás ahí vestido de humano, actuando como representante de una especie y también, viendo sólo una parte de vos. De repente, una imagen te atrapa. El mundo se detiene por unos segundos que parecen ser eternos. Todo se distorsiona. 

Oís voces, muchas voces y cada palabra que escuchás te daña. Intentás escapar pero en cada lugar siempre se repite la misma escena. Parece ser que no hay consuelo y corrés, sin saber a dónde vas a llegar. Lo hacés cada vez más rápido, hasta encontrar la salida: el espejo. Te acercás lentamente y apoyás una de tus manos sobre él pero no funciona como querés. 

Te detenés por un momento y comenzás a oír con calma cada una de las palabras que dicen porque, aunque dañen, debés oírlas para poder ser más fuerte. 

Te levantás impulsado por una catarata de palabras que comienzan a salir de tu boca. Un mar de lágrimas apagó todo el fuego que había alrededor. 

Abrís tus ojos y ya no hay nada, estás frente al espejo otra vez. Lo tocás lentamente y reconocés algo que antes no reconocías. Algo cambió, lo lograste".

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