Blog - Volver a ser niño, al menos por un instante

La pureza y sensibilidad de los niños es lo más valioso que puede existir en este mundo. No permitamos que eso se pierda...

Hace unos días, se celebró en Argentina el Día del niño y tenía muchas ganas de escribir algo acerca de eso. Estuve pensando bastante pero no se me ocurría nada que me convenciera totalmente. Ayer, me puse a releer algunos escritos que publiqué en la sección "Notas" de mi Facebook y encontré uno que me hizo recordar algunas cosas de mi niñez (es evidente que tenía más claridad en esa época). Me gustó mucho volver a leerlo y quiero compartirlo con ustedes. Espero les guste.

Colisiones: lo perceptible, lo probable, lo deseable, y lo eternamente incierto

Algo incierto, oculto en muchas de las cosas con las que suelo estar en contacto. La radio me regala melodías, pedacitos de ese “algo” que no se qué es. Muchas sonrisas, regalos, algunos abrazos... Tacitas de té de plástico, una cajita de zapatos que se convierte en horno, una mesa pequeña, un mate de plástico. Muchos peluches, crayones, colores, letra cursiva, dibujos- imitaciones. Coreografias, canciones, sueños de conciertos; sensación de compañía en soledad, despertar repentino. Muebles en tamaño miniatura, colecciones, casitas de madera, plástico y cartón.

Las manecillas de un viejo reloj comienzan a girar: Las tazas se pierden, la mesa se va. El horno se tranforma en una habitación oscura, pero con puerta. Nuevas escenas, mismos objetos. Perspectivas distintas requieren recursos distintos. Cilindros de cartón, cadenas de perlas, colores que persisten en muchos ovillos de lana. Conjunción. Creación. Redescubrimientos de mundos.

Algunas actividades invaden lo cotidiano. Nuevos juegos con distintas reglas. El tiempo se detiene en un cofre de palitos de helado decorado que llama mucho la atención. Lazos de color rosa pastel, lápices de colores, hojas lisas, betún, cartón. Algunas sensaciones se mantienen.

Una estrella fugaz. Navidad. Familia. Patitas y hocicos. Viajes efímeros en mundos eternos. Interconexión.

Grabadora, visitas, responsabilidades que cambian. El tiempo vuelve en mi cabeza y se detiene en momentos particulares que pesan mucho. La mirada se fija en un reloj que ya no es el mismo del comienzo... Las agujas giran muy lento... Impaciencia, desesperación. Correr para adelantar el tiempo. Huír de ambos mundos. Caer en una habitación en blanco.

Amigos, composiciones, equipos, deportes, primaveras, inviernos y otoños. Obras de teatro, literatura y matemáticas. Estructuras; sed de satisfacción ¿personal? Escape y negación absurda. Sabiduría errónea. Una nueva ilusión, una misma ideología. El espacio se transforma y se llena de algo parecido a la calma. Todo está en orden. La soledad intenta alejarse... Aparecen más canciones, ideas, sueños y expectativas... La memoria necesita de un soporte. Un cuaderno de historia que se transforma en un cancionero inédito. Una mirada dulce, y con cierta nostalgia. De pronto, una mancha rojo sangre estropea mi cuaderno. Me siento débil, mis piernas tiemblan y mi corazón duele. Me cuesta respirar. Miro mi pecho y , casi como un tatuaje, veo esa mancha marcada en mi. Siento caer. Creo no poder levantarme, pero lo hago y camino lento, alejándome de todo eso. Limpio mis lágrimas y trato de no mirar más atrás. Cuando adquiero más fuerzas empiezo a correr...Me detengo al ver un reloj marrón de pared. Una dulce melodía suena mientras marca las siete en punto: Una princesa vestida de blanco, jovenes bailando y cantando, días de tristeza y otros de felicidad, aprendizajes constantes; miles de escenas y recuerdos... Se modifican los esquemas, cicatrizan algunas heridas.

Las dimensiones de la habitación en la que estoy se extienden. Puedo ver como las paredes se van llenando de trazos, algunos finos, otros gruesos. Se unen y crean figuras. No logro interpretarlas pero puedo verlas. Mientras me acerco a lo que parece ser el fondo de la pieza, siento que algo me persigue. Puedo vislumbrar una puerta de madera grande. Cuando estoy en frente, giro la pesada y oxidada perilla. Una bocanada de aire me empuja fuertemente. Grito desgarrador. Cubro mis ojos y puedo verlo otra vez: Un reloj distinto, con manecillas que se mueven a una velocidad extremadamente rápida.

Mis ojos se vuelven a abrir. Esta vez el paisaje es diferente: Muchos colores me rodean, objetos que parecen flotar, voces que suenan cerca de mi, parece un mundo más agradable que los otros. Camino para inspeccionar un poco. Debajo de un cartel con mi nombre hay una mochila rosa, con dibujitos en color violeta. La tomo y veo lo que tiene. Me asusta al encontrar el cuaderno con la mancha rojo sangre. Me duele el pecho. Entiendo que debo llevarlo conmigo asi que lo regreso a la mochila. La coloco sobre mi espalda y llevo el cartelito entre mis manos. Sigo con mi camino. De pronto, miles de escenas me atacan: mate rosa, risa tierna, amiga increíble. Tríos, caminatas, tantas lunas, muchos chistes, cabello largo, cabello corto, miradas, cursadas, esperas, supremacía, obstáculos, barreras, colectivos, viajes, pasos pequeños, lágrimas, desvelos, sueños que se alcanzan. Mis ojos se humedecen, siento un frío profundo en el pecho... tan frío que quema...Al mismo tiempo que una mancha azul intenta cubrir todos esas escenas, sobre mi pecho aparece otra marca como la roja de uno de los viajes anteriores. A veces la toco y me duele... le es difícil curarse, me es difícil sanarme.

El dolor se hace insoportable. Apoyo mi espalda sobre una roca y descanso un poco. Quiero llorar, y lo hago. Lloro mucho y siento que me duele más, pero no puedo evitarlo. Abro la mochila que ya no era rosa, sino que azul y gris. Mi cuaderno se había manchado del mismo azul que mi mochila y se sentía tan frío como mi pecho... Decidí abrirlo. Todas las hojas estaban en blanco. Busqué dentro de la mochila. Tomé un lápiz y comencé a escribir. La mancha ardía como fuego en mi, pero yo seguía escribiendo. Sentía que ambas manchas, la azul y roja, comenzaban a mezclarse. Pese a lo que pensé que pasaría, la unión de ambos dolores no aumentaron el dolor, de hecho lo hicieron más leve.

Una mancha de color violeta quedó marcada en mi pecho y en mi cuaderno. Las lágrimas estaban secas y el lápiz cada vez más pequeño. Poco a poco fui viajando sin querer... Las hojas se llenaban cada vez más rápido y se acababan... La última hoja, el último párrafo, la última oración, la última palabra... el último viaje que recuerdo.

Esta vez estoy sobre una manta. En una computadora aparece lo que recuerdo haber escrito en el cuaderno de mancha violeta que no puedo ver aquí. A mi alrededor veo muchas plantas y flores. Al lado de la computadora, hay unos auriculares. Los tomo y me los pongo. La música me hace sentir tranquila. A lo lejos, puedo ver una mochila. El azul no era el mismo de la otra vez al igual que el gris. Miro dentro de ella y una sonrisa me ilumina: Un termo, mate y un paquete de galletas. Coloco todo sobre la mantita, tomo asiento. Me sumerjo en la melodía que dejé a medias y sigo con mi escrito.

No soy consciente del tiempo, me guía más el cansancio. Ya no hay espacio para los relojes, ni sus agujas veloces... siquiera para el dolor del dolor...

Mi mente me pide un descanso. Cierro la computadora y me recuesto. Un cielo turquesa dilata mis pupilas. No hay nubes...

Mis párpados comienzan a pesar; mi mente guarda esta imagen. Sonrío y pienso en si habrá proximos viajes. Me entrego al sueño.

Una chica durmiendo sobre una manta. Una computadora entreabierta, mate cebado y no tomado, una mochila a lo lejos. Un cuaderno con tres manchas de colores, repleto de escritos. Un relicario antiguo y una brújula. Un deseo de buena suerte y una huída.

Mi despertar repentino y una mirada a mi alrededor.

En mi pecho tres colores, en mi mano derecha una brújula y en la izquierda, un relicario. En mi mente, la sensación de un “casi choque de mundos a destiempo” y también de calma...

Los viajes serán etenos, al igual que el paso del tiempo. Lo que no se es si alguna vez saldré de este lugar. Siento que a pesar de ese ida y vuelta constante, todo recae en lo mismo... es como un falso movimiento; una mentira que daña y alivia. Y es aquí donde esa especie de guardián dador de pistas, aparece.

La búsqueda porque esos mundos se encuentren es lo que me mantiene en pie y lo que me motiva a escribir. Tal vez en cualquier momento y sin querer, pueda romper esa barrera que se que existe e ir más allá de mis propios límites...

Tengo infinitos colores por conocer, una colección de marcas por llevar y la necesidad de alcanzar esa paz tan perdida y lejana...

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